Llegó la noche, y la quietud no reinaba en la
preparatoria. ¿Hasta hace cuanto escuche una sonora alarma policiaca o un
chirrido infernal de llantas? Me parece que hace unas tres horas. Varios de los
que estamos internados intentamos infructuosamente de conseguir señal alguna
para comunicarnos con los alrededores. Es imposible, ha caído la red. Ni
siquiera las computadoras del recinto tienen conexión con internet…
Una vez que dejé a Beth sola, busqué en el
estacionamiento una barda lo suficientemente pequeña para poder saltarla y
escaparme de la prepa, empero, las bardas y alambradas son armas de doble filo,
no permiten entrar ni salir a nadie. Hasta donde pude acercarme, noté que las
cuchillas de la alambrada estaban oxidados, no lo suficiente como para que no hicieran
daño alguno. Además, después de la pared rocosa, una alambrada de dos metros
flanqueaba las posibles rutas de ingreso y egreso de aquí.
-Así que una noche en la prepa, bueno, al menos estarán los salones
disponibles para dormir. Lo malo es… sí. Los compañeros del grupo.-
No podía soportar a más de la mitad de ellos, la otra mitad apenas y le
hablaba, y solo unos cuantos eran con los que podía conversar (Rafael, Isaac,
Paola…).
Alrededor de las 8:00 p.m. comenzaron a reunirse los grupillos de
compañeros, la ley era fácil… si ingresan cinco integrantes a un salón, este le
pertenecería al grupo perteneciente. El salón fue uno de los denominados “H”
(por “humanidades”), más específicamente el H-224. Un salón amplio, con varias
bancas, nadie se quedaría parado. Las bancas, así como las mesas de trabajo,
fueron desplazadas a la pared contraria al pizarrón “principal”. Digo
principal, porque era el único utilizado para impartir la X materia.
Aún no daban las 11:00 p.m. cuando muchos comenzaron a impacientarse… Lo
que me sorprendió (y digo sorprendió porque no encuentro otro término) es que
fuera hasta la noche cuando sus inquietudes afloraban, debe tener algo el hecho
de que la oscuridad permita que germinen.
- Bien… ¿Qué acaso no pensamos hacer nada para intentar ver a nuestros
familiares en el exterior?- Menciono inquieta una compañera…
- Aunque quisiéramos hacer algo, no lo conseguiríamos, hay cámaras
ocultas en la prepa- Le contesto Isaac, un compañero que le encantaba decir
“fuck” a cada rato, además de adicto a la coca (“una coca por día y seré como
Arteaga”), era solo un poco más alto que Yo.
- ¿Y que con ello? La mayoría de las cámaras ni siquiera son operarias-
Le refuto Paola.
- Bueno, evitando las cámaras ¿Qué me dices de las altas verjas? Además
¿no has olvidado el alambre cuchillas que esta encima de la barda amarilla?-
Contesto un compañero más.
Decidí no involucrarme en una conversación que giraría en círculos al
menos durante la próxima media hora, culminando con que alguien comenzara a
llorar histéricamente. Salí al pasillo, al menos podría estar absorto en mis
pensamientos durante un rato. Era extraño, desde que se había puesto en
“cuarentena” la escuela, ningún adulto, a excepción de los profesores, en
quienes sus rostros delataban una profunda depresión, se había visto rondar los
pasillos. Y hasta entonces, apagué mi celular, esperanzado en que todo ocurriría
rápido.