miércoles, 29 de febrero de 2012

Nunca hagas planes antes de tiempo


Decidí que era tiempo de escribir, algo por que enfocar mi vida en estos momentos de preocupación. Plasmaré lo poco que recuerdo con la esperanza de no perder ningún detalle y averiguar que estoy haciendo aquí.
Primero diré que me llamo Lizbeth y si, vivo en una especie de pesadilla de la que no puedo despertar, deseaba cumplir mis planes, como todo adolescente pero no contaba con que ese día cambiaría todo en mi vida...
Todo había transcurrido de manera normal. Las clases eran las que más me aburrían, mientras los profesores  trataban de aportar algo a nuestras mentes adolescentes.
Estaba tan absorta en mis pensamientos y en el dibujo que estaba haciendo  que no me di cuenta de la hora hasta que escuché la voz de uno de mis compañeros de los que no recordaba su nombre.

-¿Estás bien Beth?-preguntó él acuclillándose frente a mi mientras clavaba sus ojos castaños en los míos.
-¿Eh? ¿Qué pasó?-respondí parpadeando e incorporándome en el asiento.
-Ya terminaron las clases no escuchaste a…-me avisó mientras bajaba la vista hacia mi libreta, agregando con tono burlón-Parece que te regresé al mundo real…pero dibujas bien…

Sentí como me sonrojaba mientras desviaba la mirada y guardé mi libreta. Me despedí de él algo apenada y me dirigí hacia mi refugio favorito en aquel tiempo: La biblioteca, era momento de buscar algo con que divertirme el fin de semana y que mejor compañía que algún libro. Venía pensando en que podría leer cuando sentí algo en el bolsillo de mi pantalón, seguramente era un mensaje así que saqué mi celular y leí en la pantalla:

“¿Dónde estás hermanita? Fui a tu salón y no había nadie…Nos vemos en los LACE, debemos organizarnos para el cumpleaños de Atenas…”

Me detuve en seco frente a las ventanillas, había olvidado que pronto sería el cumpleaños de Atenas, además debíamos decidir que pastel compraríamos y a donde lo celebraríamos, desvié mi ruta para encontrarme con Fernanda, mi hermana postiza. La encontré sentada en las escaleras inmediatas al pequeño auditorio LACE y al verme se incorporó y se cruzó de brazos.

-¡¡BETH!!-me regañó frunciendo el ceño-¡¡Habíamos quedado de vernos en tu salón!!
-Si hermanita pero… decidí ir a buscar un libro y luego regresar por ti-mentí para salvarme de que me reclamara aún más.

Me senté a su lado y comenzamos a planear como sorprenderíamos a nuestra amiga además de que haríamos para entretenerla y llevarla al lugar en donde sería su fiesta.
Después de media hora terminamos de organizarnos cuando escuchamos gritos que parecían de protesta por parte de los alumnos y nos dirigimos hacia un grupo de personas en el pasillo central.

-¿Qué ocurre?-les preguntó Fernanda mientras yo dirigía mi mirada hacia la entrada, frente a la cual estaba una multitud encolerizada.
-Cerraron la prepa… ¡¡pero lo peor es que no nos dicen porque!!-nos informó una chica haciéndome voltear a verla asustada.
-Pero… ¡¡porque con nosotros dentro!!-me quejé frunciendo el ceño-Debía llegar temprano a mi casa…
-Yo iba a ver una película con mis padres pero cuando les pregunté a los que custodiaban la entrada  me dijeron que tal vez la abrían el domingo…-me informó Alan que se había acercado después de picarme las costillas.

El domingo… sólo eso me faltaba, que me arruinaran mi fin de semana perfecto. Lo que me comenzó a preocupar era ¿Por qué cerraron la prepa y no nos informaron la razón? ¿Qué sería tan malo como para causar tanto alboroto?
Debía avisarles a mis padres así que me dirigí nuevamente a los LACE y sentándome en una de las bancas mas cercanas saqué mi celular y marqué el numero de mi padre…

-Demonios…-murmuré cerrando el celular de golpe-No hay señal…
-Cálmate… o me pondrás peor…-me advirtió mientras sacaba los audífonos de su celular-Escuchemos música para calmarnos, más tarde seguiremos preguntando que pasó aquí.

Todo esto era muy extraño, más aún cuando nos dijeron que debíamos buscar donde dormir. Me sentía preocupada por mi familia y más aún por quedarme en un sitio que no era muy cómodo con personas a las que casi no conocía.
Encontramos a nuestros amigos entrando a un salón de ciencias, el H-103 así que dejé mi mochila a su cuidado y me dirigí hacia la entrada para ver si encontraba más información.
Muchos de los que serían mis compañeros de “prisión” seguían platicando en las jardineras con los rostros serios, tratando de tranquilizarse con sus amigos. No le di tanta importancia y traté de encontrar algún rostro familiar.

lunes, 20 de febrero de 2012

Reminiscencia 4


Sobresaltado, me levanté rápidamente y me puse en guardia, esperando defenderme, las tripas restantes cayeron sin querer y rodaron un poco por el suelo. Me maree, ya fuera por la rapidez con la que me levante o porque la falta de sangre ya comenzaba a hacer sus estragos, me decline hacia la izquierda, apoyándome en la pared. Cerré los ojos lentamente, el ente seguía ahí, como sorprendido por el movimiento rápido… Es aquí donde no logro conectar en mis pensamientos como es que me lo quite de encima, pero lo hice. Volví a abrir mis ojos.
Estaba acostado. Instintivamente baje la mirada, el suéter y playera que llevaba puestas estaban completas, ni un rasguño. Y las tripas seguían en su lugar.
Pero… no fue la pesadilla lo que me despertó de golpe, sino el hecho de que me estaba atragantando… bueno, no exactamente. La sensación que se siente cuando la garganta está completamente reseca, como cuando uno está enfermo. Aspiré por la nariz, haciendo que el acto reflejo de toser se presentara casi instantáneamente. Después de un rato de casi escupir bilis, me reincorpore, con ojos llorosos por el esfuerzo que se hace ante tal situación.
Volví a aspirar, pero no con la misma fuerza, sino lenta y relajadamente. Saqué mi celular y vi la hora. Las 11.40 de la mañana. Treinta minutos desde la última vez que lo vi. Treinta minutos que se me fueron eternidades. Las eternidades que nos marcaron el inicio.
Respingué y me volvió el ataque de tos. Esta vez, algo había percibido que no me dejo respirar con facilidad como la primera vez. No estaba enfermo, lo sabía de antemano, me remití entonces a algo del ambiente. Un aroma penetrante, secante y mortecino me inundo las narinas con prontitud. Trate de discernir que aroma era el que percibía. Algo en mi mente hizo “click” y me recordó los años mozos en los que ayudaba a un tío mío a reparar el motor de varios automóviles. Más que nada, cuando se tenía que limpiar el engranaje con la gasolina que le sacábamos a los tanques del auto…
-¿así que alguien está jugando con gasolina?- Una voz sarcástica escuche a mis espaldas. No la reconocí instantáneamente. Una vez que me gire, supe quien la estaba produciendo.
-Demonios, tu aquí…-
-Sí, me alegra que no me hayas olvidado ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que conversamos o mínimo me vieras?- Se acercaba con seguridad, paso a paso, acortando la distancia.
-No tengo tiempo para esto. ¿Sabes algo de lo que está pasando allá afuera?-
-Nop, nada… me quede encerrado junto contigo ¿no es así?-
Hice como que no lo escuche, comencé lentamente a moverme a la entrada. Quizá y ya la habían abierto.
-Será mejor que comiences a buscar a tus compañeros. No saldrás hoy de la prepa-
-¿Y qué carajos te hace pensar eso?- Le dije sin voltearme, sabiendo que él me seguía a prudente distancia –apenas apareciste y parece que sabes más de la situación que los que estamos presentes-.
-Es lógico ¿es que acaso no lo ves? Algo pasa ahora, que ingenuo eres…- y rió en voz pasiva.
-Cierra ya esa puta boca, no estás aquí-
-¿a quién le gritas?-
-A este hijo de… oh- Me detuve a mitad del insulto y me calle.
-¿A quién?- Inquirió de nuevo la suave voz.
-A este tipo…-
-Debió de haberse ido ya porque yo no veo a nadie- dijo mientras sus ojos me examinaban la jeta.
-No tiene importancia. ¿No te habías ido de la prepa apenas salimos?-
-No. Me encontré con mi “hermana” querida-
-Ok… demasiada información por hoy, Beth…-
Me dirigí a la puerta principal, esperando que ese sujeto no tuviera razón en lo que había dicho.
-¿Vas a la entrada? Mejor busca a tus amigos y un salón para dormir. No van a abrir hasta el domingo-.
-¿Quién dijo eso?-
-Lo corrieron como un rumor entre varios alumnos-
-Vaya, eso si que es ser cobarde, como sea-
Deje pasar el tiempo desde que me encontré con Beth. De ahí llego la noche. Y nada más.

domingo, 5 de febrero de 2012

Una mancha negra.


Cuando me detuve noté que había llegado al puente que cruzaba la avenida Churubusco. Era un puente pequeño, apenas tres personas podrían pasar a través de él al mismo tiempo con gran molestia, sin embargo, la mayor parte del tiempo estaba vació y ese día no era la excepción. Pensé por un momento si debería subir o regresar, aún tenía que encontrar a mis compañeros para reclamarles por haberme hecho esperar y no tenía intención de encontrarme con esa chica tan de cerca otra vez hasta poder controlar mis nervios, así que decidí dirigirme a la prepa. Intenté imaginar donde más podría encontrar a mis amigos, si no estaban en plaza en horario de clases el único otro lugar en el que podrían estar era dentro de las instalaciones del plantel. La decisión parecía obvia.

            Mientras subía noté algo extraño en el cielo. Había una nube negra manchando el mar azul de blancas nubes. Seguí subiendo por la escalera hasta llegar a la parte más alta donde las ramas de los árboles no estorbaban mi visión del cielo. Observé a lo lejos una columna de humo que se elevaba desde el suelo a muchos metros de altura y que alimentaba la mancha negra del cielo. No me era posible ver el origen del humo, parecía que se encontraba lejos y se perdía en la franja café, donde el cielo y los edificios de la ciudad se fundían con las montañas, delimitando los límites de los terrenos humanos. La visión me sorprendió, desde mi perspectiva era un incendio, pero el humo era demasiado para ser un incendio normal.

            Súbitamente el sonido de sirenas de policía llenó el tranquilo ambiente. Giré la cabeza, sorprendido por el estruendoso deambular de las patrullas, y vi como pasaban velozmente por debajo del puente varias patrullas seguidas de un camión de bomberos mientras que los coches se orillaban para permitirles el paso, todas avanzaban en dirección a la columna de humo. Las seguí con la mirada un momento para asegurarme que era el asunto del humo el que las llamaba y no alguna otra cosa que hubiera pasado por alto. Las patrullas efectivamente siguieron en línea recta como lo había predicho.

            Era en realidad un acontecimiento que no parecía ser demasiado extraño como para prestarle más atención de la que ya le había prestado, después de todo en la Ciudad de México una escena donde los policías o los bomberos tomaran parte era algo normal. Estábamos acostumbrados a manifestaciones, incendios, accidentes, explosiones, inundaciones, terremotos y otros fenómenos similares, siempre actuando rápidamente ante situaciones de emergencia. Retomé mi camino y crucé el puente para llegar a la entrada de la preparatoria 2.

            Antes de bajar las escaleras metí la mano a la bolsa de mi pantalón de mezclilla azul. Tras unos instantes de búsqueda entre monedas y credenciales lo encontré: un pequeño y delgado celular negro que cabía en la palma de mi mano, bastante maltratado y ya algo obsoleto, por cierto, pero un celular al fin y al cabo. Cuando lo saqué tenía la intención de revisar la hora y volverlo a guardar, pero había una notificación en la pantalla cuando intenté ver el reloj:

“Saul Aparicio te ha enviado un mensaje”

<<Bien —pensé— parece que Saúl me avisa de nuevo que no vendrá y que ya está camino a su casa. >>

Abrí el mensaje y me encontré con una frase que me tomó por sorpresa y que logró perturbarme bastante:
“La prepa está cerrada ¿Qué chingados está pasando allá afuera?”.

Tras leer la pregunta me sobresalté y vi la hora del mensaje: “11:11 am”, eran casi las once y media, y había quedado de verme con el y los demás en Plaza Río a las once diez, así que el mensaje explicaría su tardanza.

<<¿Pero por qué no vi el mensaje si revisé el celular varias veces? —me pregunté desesperadamente. >>

Un segundo después el significado del mensaje se hizo presente en mi cabeza y reaccioné: “La prepa está cerrada". Guardé rápidamente el celular en la bolsa y bajé las escaleras deprisa. Una pequeña multitud de alumnos jóvenes se encontraba junto a la puerta ya cerrada de la prepa, reclamando a los vigilantes que daban instrucciones desde el otro lado de la reja de barrotes amarillos con expresiones preocupadas que demostraban su impotencia ante los extrañados y molestos jóvenes.

Más sonidos de patrullas se hicieron presentes y se mezclaron en el aire con las miles de voces que resonaban en mi cabeza mientras intentaba comprender lo que sucedía a mi alrededor.

viernes, 3 de febrero de 2012

Reminiscencia 3


Una vez recostado en el patio de las mesitas, y con algo de sueño, con el antebrazo cubriéndome los ojos, esperaba tan solo que el día volviera y pudiera largarme de la escuela. Ignoraba lo que sucedía en las afueras de la prepa, simplemente no era necesario dar explicaciones a lo desconocido. Empero… aún había dos amigos fuera. No habían contestado a nuestro mensaje. “La prepa está cerrada ¿Qué chingados está pasando allá afuera?” eso si podía rememorarlo, pero parecía no tener algún significado ahora.

Mientras mi cabeza divagaba por todo este escenario, la lucidez de la mente comenzaba a mermarse, el sueño ya se estaba apoderando de mí, a pesar de ser aún temprano. Como eso de las seis de la tarde. Aunque debo admitir que el suelo de las mesitas es muy reconfortante, invita al sueño. Intente no quedarme dormido, pero al quitar el velo carnoso de mis ojos, y olfatear con fuerza, sentí la muerte a un lado mío, literalmente. Vi una sombra que me cubría el sol. Sentí un líquido viscoso que cayó en mi frente. Me limpie y note que era saliva. Antes de que pudiera hacer algo, moverme, gritar o atacar, se abalanzo contra mi ese, ahora que lo veía tan cerca, ser humano. Varios mechones de cabellos parados le colgaban de la cabeza, la ropa que llevaba estaba ensangrentada, sucia y maloliente, debió de haberse orinado encima. De todo esto me percaté desde su estado de pie a su arrodillamiento a un costado mío. Y las manos se insertaron en una de mis cuencas oculares, sacando mi ojo. Gritando y manoteando sin sentido. Podía observar con ese ojo, era la de un camaleón mi visión, se acercó a la putrefacta boca, con pedazos faltantes de carne, y cicatrizaciones muertas, verduzcas. La introdujo sin ningún pesar... mordió, con fuerza. Yo enloquecía con los gritos, tratando de librarme, pero nada era suficiente.

Con parsimonia y fuerza, destrozo mi playera y clavo sus manos como si de dos cuchillas se tratase. Encontró resistencia por parte de la piel, pero no desalentó su acción. En poco tiempo, las tripas estaban a la intemperie. Me zarandeaba, pero ¿Qué podía esperar? Ya estaba yo muerto...

Removía, pedazo tras pedazo de intestinos y órganos, esperando que atrás de ellos hubiera un festín. La carne hacia un ruido pegajoso y grotesco al pegar contra el pavimento…