lunes, 20 de febrero de 2012

Reminiscencia 4


Sobresaltado, me levanté rápidamente y me puse en guardia, esperando defenderme, las tripas restantes cayeron sin querer y rodaron un poco por el suelo. Me maree, ya fuera por la rapidez con la que me levante o porque la falta de sangre ya comenzaba a hacer sus estragos, me decline hacia la izquierda, apoyándome en la pared. Cerré los ojos lentamente, el ente seguía ahí, como sorprendido por el movimiento rápido… Es aquí donde no logro conectar en mis pensamientos como es que me lo quite de encima, pero lo hice. Volví a abrir mis ojos.
Estaba acostado. Instintivamente baje la mirada, el suéter y playera que llevaba puestas estaban completas, ni un rasguño. Y las tripas seguían en su lugar.
Pero… no fue la pesadilla lo que me despertó de golpe, sino el hecho de que me estaba atragantando… bueno, no exactamente. La sensación que se siente cuando la garganta está completamente reseca, como cuando uno está enfermo. Aspiré por la nariz, haciendo que el acto reflejo de toser se presentara casi instantáneamente. Después de un rato de casi escupir bilis, me reincorpore, con ojos llorosos por el esfuerzo que se hace ante tal situación.
Volví a aspirar, pero no con la misma fuerza, sino lenta y relajadamente. Saqué mi celular y vi la hora. Las 11.40 de la mañana. Treinta minutos desde la última vez que lo vi. Treinta minutos que se me fueron eternidades. Las eternidades que nos marcaron el inicio.
Respingué y me volvió el ataque de tos. Esta vez, algo había percibido que no me dejo respirar con facilidad como la primera vez. No estaba enfermo, lo sabía de antemano, me remití entonces a algo del ambiente. Un aroma penetrante, secante y mortecino me inundo las narinas con prontitud. Trate de discernir que aroma era el que percibía. Algo en mi mente hizo “click” y me recordó los años mozos en los que ayudaba a un tío mío a reparar el motor de varios automóviles. Más que nada, cuando se tenía que limpiar el engranaje con la gasolina que le sacábamos a los tanques del auto…
-¿así que alguien está jugando con gasolina?- Una voz sarcástica escuche a mis espaldas. No la reconocí instantáneamente. Una vez que me gire, supe quien la estaba produciendo.
-Demonios, tu aquí…-
-Sí, me alegra que no me hayas olvidado ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que conversamos o mínimo me vieras?- Se acercaba con seguridad, paso a paso, acortando la distancia.
-No tengo tiempo para esto. ¿Sabes algo de lo que está pasando allá afuera?-
-Nop, nada… me quede encerrado junto contigo ¿no es así?-
Hice como que no lo escuche, comencé lentamente a moverme a la entrada. Quizá y ya la habían abierto.
-Será mejor que comiences a buscar a tus compañeros. No saldrás hoy de la prepa-
-¿Y qué carajos te hace pensar eso?- Le dije sin voltearme, sabiendo que él me seguía a prudente distancia –apenas apareciste y parece que sabes más de la situación que los que estamos presentes-.
-Es lógico ¿es que acaso no lo ves? Algo pasa ahora, que ingenuo eres…- y rió en voz pasiva.
-Cierra ya esa puta boca, no estás aquí-
-¿a quién le gritas?-
-A este hijo de… oh- Me detuve a mitad del insulto y me calle.
-¿A quién?- Inquirió de nuevo la suave voz.
-A este tipo…-
-Debió de haberse ido ya porque yo no veo a nadie- dijo mientras sus ojos me examinaban la jeta.
-No tiene importancia. ¿No te habías ido de la prepa apenas salimos?-
-No. Me encontré con mi “hermana” querida-
-Ok… demasiada información por hoy, Beth…-
Me dirigí a la puerta principal, esperando que ese sujeto no tuviera razón en lo que había dicho.
-¿Vas a la entrada? Mejor busca a tus amigos y un salón para dormir. No van a abrir hasta el domingo-.
-¿Quién dijo eso?-
-Lo corrieron como un rumor entre varios alumnos-
-Vaya, eso si que es ser cobarde, como sea-
Deje pasar el tiempo desde que me encontré con Beth. De ahí llego la noche. Y nada más.

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