Una
vez recostado en el patio de las mesitas, y con algo de sueño, con el antebrazo
cubriéndome los ojos, esperaba tan solo que el día volviera y pudiera largarme
de la escuela. Ignoraba lo que sucedía en las afueras de la prepa, simplemente
no era necesario dar explicaciones a lo desconocido. Empero… aún había dos
amigos fuera. No habían contestado a nuestro mensaje. “La prepa está cerrada
¿Qué chingados está pasando allá afuera?” eso si podía rememorarlo, pero
parecía no tener algún significado ahora.
Mientras mi cabeza divagaba por todo este escenario, la lucidez de la mente comenzaba a mermarse, el sueño ya se estaba apoderando de mí, a pesar de ser aún temprano. Como eso de las seis de la tarde. Aunque debo admitir que el suelo de las mesitas es muy reconfortante, invita al sueño. Intente no quedarme dormido, pero al quitar el velo carnoso de mis ojos, y olfatear con fuerza, sentí la muerte a un lado mío, literalmente. Vi una sombra que me cubría el sol. Sentí un líquido viscoso que cayó en mi frente. Me limpie y note que era saliva. Antes de que pudiera hacer algo, moverme, gritar o atacar, se abalanzo contra mi ese, ahora que lo veía tan cerca, ser humano. Varios mechones de cabellos parados le colgaban de la cabeza, la ropa que llevaba estaba ensangrentada, sucia y maloliente, debió de haberse orinado encima. De todo esto me percaté desde su estado de pie a su arrodillamiento a un costado mío. Y las manos se insertaron en una de mis cuencas oculares, sacando mi ojo. Gritando y manoteando sin sentido. Podía observar con ese ojo, era la de un camaleón mi visión, se acercó a la putrefacta boca, con pedazos faltantes de carne, y cicatrizaciones muertas, verduzcas. La introdujo sin ningún pesar... mordió, con fuerza. Yo enloquecía con los gritos, tratando de librarme, pero nada era suficiente.
Con parsimonia y fuerza, destrozo mi playera y clavo sus manos como si de dos cuchillas se tratase. Encontró resistencia por parte de la piel, pero no desalentó su acción. En poco tiempo, las tripas estaban a la intemperie. Me zarandeaba, pero ¿Qué podía esperar? Ya estaba yo muerto...
Removía, pedazo tras pedazo de intestinos y órganos, esperando que atrás de ellos hubiera un festín. La carne hacia un ruido pegajoso y grotesco al pegar contra el pavimento…
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