domingo, 5 de febrero de 2012

Una mancha negra.


Cuando me detuve noté que había llegado al puente que cruzaba la avenida Churubusco. Era un puente pequeño, apenas tres personas podrían pasar a través de él al mismo tiempo con gran molestia, sin embargo, la mayor parte del tiempo estaba vació y ese día no era la excepción. Pensé por un momento si debería subir o regresar, aún tenía que encontrar a mis compañeros para reclamarles por haberme hecho esperar y no tenía intención de encontrarme con esa chica tan de cerca otra vez hasta poder controlar mis nervios, así que decidí dirigirme a la prepa. Intenté imaginar donde más podría encontrar a mis amigos, si no estaban en plaza en horario de clases el único otro lugar en el que podrían estar era dentro de las instalaciones del plantel. La decisión parecía obvia.

            Mientras subía noté algo extraño en el cielo. Había una nube negra manchando el mar azul de blancas nubes. Seguí subiendo por la escalera hasta llegar a la parte más alta donde las ramas de los árboles no estorbaban mi visión del cielo. Observé a lo lejos una columna de humo que se elevaba desde el suelo a muchos metros de altura y que alimentaba la mancha negra del cielo. No me era posible ver el origen del humo, parecía que se encontraba lejos y se perdía en la franja café, donde el cielo y los edificios de la ciudad se fundían con las montañas, delimitando los límites de los terrenos humanos. La visión me sorprendió, desde mi perspectiva era un incendio, pero el humo era demasiado para ser un incendio normal.

            Súbitamente el sonido de sirenas de policía llenó el tranquilo ambiente. Giré la cabeza, sorprendido por el estruendoso deambular de las patrullas, y vi como pasaban velozmente por debajo del puente varias patrullas seguidas de un camión de bomberos mientras que los coches se orillaban para permitirles el paso, todas avanzaban en dirección a la columna de humo. Las seguí con la mirada un momento para asegurarme que era el asunto del humo el que las llamaba y no alguna otra cosa que hubiera pasado por alto. Las patrullas efectivamente siguieron en línea recta como lo había predicho.

            Era en realidad un acontecimiento que no parecía ser demasiado extraño como para prestarle más atención de la que ya le había prestado, después de todo en la Ciudad de México una escena donde los policías o los bomberos tomaran parte era algo normal. Estábamos acostumbrados a manifestaciones, incendios, accidentes, explosiones, inundaciones, terremotos y otros fenómenos similares, siempre actuando rápidamente ante situaciones de emergencia. Retomé mi camino y crucé el puente para llegar a la entrada de la preparatoria 2.

            Antes de bajar las escaleras metí la mano a la bolsa de mi pantalón de mezclilla azul. Tras unos instantes de búsqueda entre monedas y credenciales lo encontré: un pequeño y delgado celular negro que cabía en la palma de mi mano, bastante maltratado y ya algo obsoleto, por cierto, pero un celular al fin y al cabo. Cuando lo saqué tenía la intención de revisar la hora y volverlo a guardar, pero había una notificación en la pantalla cuando intenté ver el reloj:

“Saul Aparicio te ha enviado un mensaje”

<<Bien —pensé— parece que Saúl me avisa de nuevo que no vendrá y que ya está camino a su casa. >>

Abrí el mensaje y me encontré con una frase que me tomó por sorpresa y que logró perturbarme bastante:
“La prepa está cerrada ¿Qué chingados está pasando allá afuera?”.

Tras leer la pregunta me sobresalté y vi la hora del mensaje: “11:11 am”, eran casi las once y media, y había quedado de verme con el y los demás en Plaza Río a las once diez, así que el mensaje explicaría su tardanza.

<<¿Pero por qué no vi el mensaje si revisé el celular varias veces? —me pregunté desesperadamente. >>

Un segundo después el significado del mensaje se hizo presente en mi cabeza y reaccioné: “La prepa está cerrada". Guardé rápidamente el celular en la bolsa y bajé las escaleras deprisa. Una pequeña multitud de alumnos jóvenes se encontraba junto a la puerta ya cerrada de la prepa, reclamando a los vigilantes que daban instrucciones desde el otro lado de la reja de barrotes amarillos con expresiones preocupadas que demostraban su impotencia ante los extrañados y molestos jóvenes.

Más sonidos de patrullas se hicieron presentes y se mezclaron en el aire con las miles de voces que resonaban en mi cabeza mientras intentaba comprender lo que sucedía a mi alrededor.

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