lunes, 11 de junio de 2012

Reminiscencia 6


Durante todo el día, no hubo mucho de importancia, el día estuvo impregnado de neblina durante gran parte de la mañana. Fue hasta como a eso de las doce del día, junto con algunos rayos del sol que se filtraban por entre las nubes, que se disipaba a ratos la neblina, no mucho, apenas lo suficiente para darle un aire onírico al día.
En cuanto dejé a Liz, intente encontrar un lugar donde hubiese silencio. La biblioteca estaba cerrada. Pregunté a la encargada que estaba en la entrada y solo me dijo que estaban inventariando el material, cosa que no me creí por ser fechas medias en el ciclo escolar, eso lo hacen cada tercio final del curso, no antes.
Decidí vagar por los lugares que nunca había recorrido. La sección de artes, el estacionamiento, las canchas, el gimnasio. Hasta ese momento, me di cuenta de lo cerrada que estaba mi visión de la prepa. En los dos años que llevo cursándola, nunca me había puesto a ver que más, aparte de los salones a los que me tocaba la clase, había. Encontré lugares para poder estar tranquilo sin que alguien se percatara de su existencia, lugares donde se socializa de verdad, mucho mejor que en las aulas, y cientos y cientos de impulsos que pueden desarrollar variadas mentalidades de las personas… Obviamente, sabiendo cómo sacar el potencial.
La mañana siguió a la tarde, con lentitud en el marcaje del tiempo. Las sombras que se dibujaban en el piso no ayudaban a uno a que se hiciera creer que los minutos eran fugaces. La noche, acostumbrada a desmadrugarse, venia llegando con lentitud para suplir a la luz del sol.
Hasta que de verdad se oscureció, redirigí mis pasos al salón en el que me había “hospedado”, no sin antes pasar a ver como estaba Liz. No me sorprendió encontrarla con una chica, creo que Athenas, hablando entre cuchicheos, porque ambas estaban muy juntas compartiendo mesa. Liz estaba dibujando, prestándole atención a su interlocutora y dejando explotar sus pensamientos en una hoja de papel. Estaba concentrada en ambas cosas… y estaba desesperada, lo logré ver por la mano que le temblaba y las veces en que tuvo que coger el borrador.
Me fui a mi salón… todos, y unos cuantos más, ya estaban dentro acurrucados y contando historias de diferentes vertientes. Era una cacofonía de bajos niveles sonoros, pero una cacofonía… dentro de poco subiría de volumen para que todos oyeran todo.
Como no tenia con quien estar, a todos los del grupo los odiaba, me caían mal por razones que, si las analizara, me serían absurdas, empero, siempre me han funcionado para no sociabilizar con muchas de las personas con las que simplemente no habría siquiera un vínculo amistoso. Aquella chica me parecía una idiota, siempre pesando en cómo se vería con el cabello de otro color; la que siempre se juntaba con ella, se vestía como una meretriz, solo le faltaba dar precios a los que se le acercaban; más a la derecha, dos tipos con un bote de spray para cabello y un encendedor esperando el momento oportuno para rociar un pizarrón con algún garabato y encenderlo; otro de allá, uno de los colados, que no paraba de interrumpir las conversaciones de los demás, aparentando ser gracioso, o simpático, pero no le funcionaba, todos lo “abrían” porque era simplemente molesto desde su presencia, incluso los profesores le prestaban atención nula.
Me fui quedando dormido mientras examinaba los rostros de cada uno de los compañeros… conforme avanzaba entre sus ojos y jetas, más y más me iba enojando, porque simplemente no me sentía parte de una serie de seres superfluos, ignotos, estúpidos e innecesarios…
Antes de verdaderamente quedar dormido, mi último pensamiento fue: Mueran todos ustedes, bestias asquerosas… mueran todas ustedes, pendejos, estúpidos, bazofia…
Me dormí con enojo y los puños apretados, como queriendo estrellar caras contra lo que se pudiera. Sonreí por la simple idea.

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