Durante todo el día, no hubo mucho de
importancia, el día estuvo impregnado de neblina durante gran parte de la
mañana. Fue hasta como a eso de las doce del día, junto con algunos rayos del
sol que se filtraban por entre las nubes, que se disipaba a ratos la neblina,
no mucho, apenas lo suficiente para darle un aire onírico al día.
En cuanto dejé a Liz, intente encontrar un
lugar donde hubiese silencio. La biblioteca estaba cerrada. Pregunté a la
encargada que estaba en la entrada y solo me dijo que estaban inventariando el
material, cosa que no me creí por ser fechas medias en el ciclo escolar, eso lo
hacen cada tercio final del curso, no antes.
Decidí vagar por los lugares que nunca
había recorrido. La sección de artes, el estacionamiento, las canchas, el
gimnasio. Hasta ese momento, me di cuenta de lo cerrada que estaba mi visión de
la prepa. En los dos años que llevo cursándola, nunca me había puesto a ver que
más, aparte de los salones a los que me tocaba la clase, había. Encontré
lugares para poder estar tranquilo sin que alguien se percatara de su
existencia, lugares donde se socializa de verdad, mucho mejor que en las aulas,
y cientos y cientos de impulsos que pueden desarrollar variadas mentalidades de
las personas… Obviamente, sabiendo cómo sacar el potencial.
La mañana siguió a la tarde, con lentitud
en el marcaje del tiempo. Las sombras que se dibujaban en el piso no ayudaban a
uno a que se hiciera creer que los minutos eran fugaces. La noche, acostumbrada
a desmadrugarse, venia llegando con lentitud para suplir a la luz del sol.
Hasta que de verdad se oscureció, redirigí
mis pasos al salón en el que me había “hospedado”, no sin antes pasar a ver
como estaba Liz. No me sorprendió encontrarla con una chica, creo que Athenas,
hablando entre cuchicheos, porque ambas estaban muy juntas compartiendo mesa.
Liz estaba dibujando, prestándole atención a su interlocutora y dejando
explotar sus pensamientos en una hoja de papel. Estaba concentrada en ambas
cosas… y estaba desesperada, lo logré ver por la mano que le temblaba y las
veces en que tuvo que coger el borrador.
Me fui a mi salón… todos, y unos cuantos
más, ya estaban dentro acurrucados y contando historias de diferentes
vertientes. Era una cacofonía de bajos niveles sonoros, pero una cacofonía…
dentro de poco subiría de volumen para que todos oyeran todo.
Como no tenia con quien estar, a todos los
del grupo los odiaba, me caían mal por razones que, si las analizara, me serían
absurdas, empero, siempre me han funcionado para no sociabilizar con muchas de
las personas con las que simplemente no habría siquiera un vínculo amistoso.
Aquella chica me parecía una idiota, siempre pesando en cómo se vería con el
cabello de otro color; la que siempre se juntaba con ella, se vestía como una
meretriz, solo le faltaba dar precios a los que se le acercaban; más a la
derecha, dos tipos con un bote de spray para cabello y un encendedor esperando
el momento oportuno para rociar un pizarrón con algún garabato y encenderlo;
otro de allá, uno de los colados, que no paraba de interrumpir las
conversaciones de los demás, aparentando ser gracioso, o simpático, pero no le
funcionaba, todos lo “abrían” porque era simplemente molesto desde su presencia,
incluso los profesores le prestaban atención nula.
Me fui quedando dormido mientras examinaba
los rostros de cada uno de los compañeros… conforme avanzaba entre sus ojos y
jetas, más y más me iba enojando, porque simplemente no me sentía parte de una
serie de seres superfluos, ignotos, estúpidos e innecesarios…
Antes de verdaderamente quedar dormido, mi último
pensamiento fue: Mueran todos ustedes, bestias asquerosas… mueran todas
ustedes, pendejos, estúpidos, bazofia…
Me dormí con enojo y los puños apretados,
como queriendo estrellar caras contra lo que se pudiera. Sonreí por la simple
idea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario